Cuando recién
llegué a Bogotá leía en los cafés de los centros comerciales “Tinto” en las
pizarras en donde se ofrecían los productos, y pensé que los colombianos consumían
mucho vino “tinto” como parte de su dieta diaria. Recuerdo que incluso pensé: “Claro,
el vino siempre lo recomiendan después del almuerzo. Son muy saludables porque
siempre lo deben consumir.” Hasta que llegué a uno de los cafés a comprarme un “ponqué”
– quequito- y un señor pidió un “tinto” y le dieron un café americano - porque
si pedía “café” se lo darían con leche, cosa que luego aprendí. En ese momento me di
cuenta que debía aprender muchas cosas del país en el que iba a vivir.
En estos meses he
aprendido muchas palabras, como por ejemplo: bonice – que en peruano es “chup”;
aromática – para referirse a todos los filtrantes como manzanilla, hierbaluisa
y otros por el estilo; y mucha palabras más. Sería bien “berraco” terminar el
año y no entender los chistes en Colombia. Estoy segura que seguiré aprendiendo
más el paisa con mis parces.
Sin embargo, además
de reír de mis anécdotas como escuchar “marica” – cuando se llaman entre amigos
o “culicagao” - para referirse a un
niñito que está haciendo una travesura; estoy aprendiendo muchas cosas buenas, dignas de imitar, de este país que nos ha acogido con mucho amor y respeto.
Las bicis se
respetan: Cerca de mi casa hay un cruce de avenidas muy grandes, en donde los
semáforos dirigen el tránsito. Cada cierto rato entre el bullicio de los
carros, porque casi no se escuchan bocinas por más “trancón” que haya, se
escucha el silencio de las bicis. Un semáforo señala el pase única y
exclusivamente de las bicicletas; tanto automóviles, transporte público y
transeúntes tenemos que parar para que las personas que van en bicicleta puedan
avanzar. Las personas que usan bicicleta no son sólo universitarios, son de
todas las edades, con ternos, vestidos, trajes lindos; con lluvia o sin lluvia.
¡Qué gran ejemplo!
¡Cuánto verde!:
En esta ciudad aprecio la cantidad de árboles. Los cerros están llenos de ellos,
las avenidas tienen árboles muy altos y jardines en las calles. Parques de
todos los tamaños muy bien conservados, en donde los niños, si no hay lluvia
pueden jugar felices y libres.
¡Qué divinas –
las mujeres!: He tenido la oportunidad de conocer a muchas amigas colombianas.
Cada día aprendo de su seguridad al hablar y el sentimiento de amor a su país.
Son mujeres valientes que no temen expresar sus ideas y que junto a sus esposos
deciden apostar por una Colombia en paz. Mujeres elegantes en su caminar y
agradables en su trato. Cálidas para recibir extranjeras y hacerlas sentir como
en casa. Mujeres preocupadas por su nación y al mismo tiempo por sus familias.
¡Qué pecado! Sería
no recomendar este destino a todos los que nos siguen. Cada día aprendo más en
estas tierras colombianas. Mis hijas me responden: “Mande” o “Si Señora” y me
doy cuenta que ellas están más inmersas que yo en esta nueva cultura;
disfrutando más de este país en donde “¡el riesgo es, que te quieras quedar!”.

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