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| Plaza Mayor Villa de Leyva |
El fin de semana
pasado nos fuimos de paseo los 4: mamá, papá y nuestras dos pequeñas hijas de 8
y de 3 años. Hicimos reservas, alistamos maletas y nos enrumbamos a un destino
no tan conocido en Colombia: Villa de Leyva. Así nos fuimos todos aventureros a
descubrir un mágico pueblo con cámara en mano, listos para obtener la foto
perfecta del recuerdo. Algo que aún me cuesta entender es que esa foto de
revista, no existe cuando tienes hijas pequeñas quienes no son tan amigas de
las fotos posadas ni de miles de tomas para obtener la mejor foto. Acá les
comparto algunas de las cosas que vamos aprendiendo como padres en el camino.
“Me olvidé la
secadora”.- Casi siempre me olvido de meter algo en la maleta. A pesar de hacer
una lista y tratar de pensar en todo, siendo lo más minuciosa posible nos
terminamos olvidando de algo. Suele pasar y aunque te molesta un poco al
inicio, pues lo mejor es buscar soluciones prácticas para que puedas seguir
disfrutando tu viaje. Tratamos de disfrutar la “aventura” de olvidar algo y
enseñarles a nuestras hijas que todo siempre se puede resolver de alguna u otra
manera sin necesidad del drama.
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| Cabalgata a "Las Pozas" |
“El caballo me da
miedo, pero mi hija me está mirando”.- Nunca he sido una persona aventurera, no
he escalado un cerro ni me he tirado de una catarata. Mi esposo por el
contrario es todo lo opuesto. Se ha lanzado del paracaídas, creció disfrutando
de aventuras al aire libre mientras yo jugaba con mi muñeca en mi cuarto. Sin
embargo, con el paso el tiempo me he dado cuenta que me he perdido muchas cosas
divertidas, por lo que intentamos que nuestras hijas puedan crecer en un
balance seguro. Este fin de semana, se le ocurrió a mi hija mayor y a mi esposo
hacer cabalgata en caballo, y yo jamás había montado ni un pony. Cuando me
ayudaron a subir, lo cual me costó horrores, me dio vértigo y antes de poder
expresar mi miedo vi que mi hijita de 3 años me miraba desde el suelo, y ya tenía
cara de “circunstancia”. Así que sólo sonreí y dije: “Wow, esto sí que es alto”.
El resto es historia, nunca había sentido tanta tensión y deseaba que esa hora
de cabalgata “divertida” acabara rápidamente. Mi hijita de 8 lo disfrutaba
intensamente y mi hijita de 3 tenía miedo, pero su papá la abrazó y le ayudó a
que sus lágrimas de nerviosismo fueran desapareciendo. A mí me tenía que calmar
el guía viejito cogiendo de rato en rato la soga de mi caballo y la que tenía
cara de “circunstancia” era yo. Al final, lo pude disfrutar pero vaya que me
costó.
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| Casa Terracota |
“Así no era lo
que tenía en mente”.- Estoy acostumbrándome que los viajes familiares, no son
perfectos como en las películas. Los viajes con hijos son caóticos, cansados y
no son tan relajantes. Es difícil disfrutar una comida, sin interrupciones por
idas al baño o manchas en la ropa de barro por tener que cargar a tus hijas.
Fotos que no salen cuadradas o en donde no sale la cara de alguien. Un viaje
familiar es eso, pero también son recuerdos que se quedarán por siempre en el
corazón. No se necesita ir a los destinos más exóticos del mundo para disfrutar
un tiempo fuera de la rutina que te ayude a desconectarte para volverte a
conectar con los tuyos. Una vez escuché en una fila a dos adultos decir: “Yo no
recuerdo haber hecho viajes con mis papás cuando fui niño”. Me pareció algo muy
triste, porque sea cual sea la realidad una salida en bus siempre es posible.
Una tarde en el parque para jugar a las chapadas con tus papás siempre es
factible. El tiempo que le dediquemos a nuestros hijos cuando son niños, son recuerdos
memorables y eternos.



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