lunes, 21 de mayo de 2018

Viaje familiar, caos asegurado.

Plaza Mayor Villa de Leyva

El fin de semana pasado nos fuimos de paseo los 4: mamá, papá y nuestras dos pequeñas hijas de 8 y de 3 años. Hicimos reservas, alistamos maletas y nos enrumbamos a un destino no tan conocido en Colombia: Villa de Leyva. Así nos fuimos todos aventureros a descubrir un mágico pueblo con cámara en mano, listos para obtener la foto perfecta del recuerdo. Algo que aún me cuesta entender es que esa foto de revista, no existe cuando tienes hijas pequeñas quienes no son tan amigas de las fotos posadas ni de miles de tomas para obtener la mejor foto. Acá les comparto algunas de las cosas que vamos aprendiendo como padres en el camino.

“Me olvidé la secadora”.- Casi siempre me olvido de meter algo en la maleta. A pesar de hacer una lista y tratar de pensar en todo, siendo lo más minuciosa posible nos terminamos olvidando de algo. Suele pasar y aunque te molesta un poco al inicio, pues lo mejor es buscar soluciones prácticas para que puedas seguir disfrutando tu viaje. Tratamos de disfrutar la “aventura” de olvidar algo y enseñarles a nuestras hijas que todo siempre se puede resolver de alguna u otra manera sin necesidad del drama.

Cabalgata a "Las Pozas"
“El caballo me da miedo, pero mi hija me está mirando”.- Nunca he sido una persona aventurera, no he escalado un cerro ni me he tirado de una catarata. Mi esposo por el contrario es todo lo opuesto. Se ha lanzado del paracaídas, creció disfrutando de aventuras al aire libre mientras yo jugaba con mi muñeca en mi cuarto. Sin embargo, con el paso el tiempo me he dado cuenta que me he perdido muchas cosas divertidas, por lo que intentamos que nuestras hijas puedan crecer en un balance seguro. Este fin de semana, se le ocurrió a mi hija mayor y a mi esposo hacer cabalgata en caballo, y yo jamás había montado ni un pony. Cuando me ayudaron a subir, lo cual me costó horrores, me dio vértigo y antes de poder expresar mi miedo vi que mi hijita de 3 años me miraba desde el suelo, y ya tenía cara de “circunstancia”. Así que sólo sonreí y dije: “Wow, esto sí que es alto”. El resto es historia, nunca había sentido tanta tensión y deseaba que esa hora de cabalgata “divertida” acabara rápidamente. Mi hijita de 8 lo disfrutaba intensamente y mi hijita de 3 tenía miedo, pero su papá la abrazó y le ayudó a que sus lágrimas de nerviosismo fueran desapareciendo. A mí me tenía que calmar el guía viejito cogiendo de rato en rato la soga de mi caballo y la que tenía cara de “circunstancia” era yo. Al final, lo pude disfrutar pero vaya que me costó.

Casa Terracota
“Así no era lo que tenía en mente”.- Estoy acostumbrándome que los viajes familiares, no son perfectos como en las películas. Los viajes con hijos son caóticos, cansados y no son tan relajantes. Es difícil disfrutar una comida, sin interrupciones por idas al baño o manchas en la ropa de barro por tener que cargar a tus hijas. Fotos que no salen cuadradas o en donde no sale la cara de alguien. Un viaje familiar es eso, pero también son recuerdos que se quedarán por siempre en el corazón. No se necesita ir a los destinos más exóticos del mundo para disfrutar un tiempo fuera de la rutina que te ayude a desconectarte para volverte a conectar con los tuyos. Una vez escuché en una fila a dos adultos decir: “Yo no recuerdo haber hecho viajes con mis papás cuando fui niño”. Me pareció algo muy triste, porque sea cual sea la realidad una salida en bus siempre es posible. Una tarde en el parque para jugar a las chapadas con tus papás siempre es factible. El tiempo que le dediquemos a nuestros hijos cuando son niños, son recuerdos memorables y eternos.

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